Pastora exigía ser llamada ‘abeja reina’
Ciudad Juárez.- Además del trabajo forzado que presuntamente ejercía sobre ellos, la pastora “Velia H. G.”, directora del albergue Aposento Alto, les pedía a los migrantes que la llamaran “la abeja reina”, narraron los centroamericanos.
La Fiscalía General del Estado (FGE) detuvo a la mujer la mañana del miércoles como probable responsable de delitos en materia de trata de personas en su modalidad de trabajos forzados como medio de explotación, en perjuicio de al menos seis personas.
Los extranjeros narraron haber sido víctimas de trabajo forzado, maltrato psicológico, acoso sexual y ofrecimiento de drogas.
También aseguraron que los ponían a cocinar la comida que después les vendían, vivían amenazados de que si se salían del albergue –en el que les cobraban la estancia– no podrían solicitar el asilo en Estados Unidos, y les hicieron firmar un “contrato de confidencialidad”.
Mientras que algunas mujeres tenían incluso que limpiar la casa de la pastora, los hombres trabajaban en la construcción del lugar y hacían reparaciones a la casa de la hija. A algunos se les dio un radio, por el que tenían que llamar a la pastora como “la abeja reina”, cuando se comunicaban con ella.
“A los niños los ponían a hacer trabajos”, como llenar botellas de arena de manera obligatoria, “y lo que ella decía era de que tenían que aprender a hacer las cosas para no ser unos buenos para nada”, narró ayer a El Diario, desde Estados Unidos, una de las víctimas de la mujer quien fue detenida por la Fiscalía General del Estado.
Después de salir del albergue y ser acogidos en otro espacio humanitario, entre abril y mayo, las familias migrantes narraron al colectivo Nómadas sin Rumbo que además de venderles los apoyos humanitarios que entregaban al albergue organizaciones como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) o la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas (Acnur).
“Vendían las donaciones de Unicef, sacaban cosas, el papel, las pastas, las mascarillas, llegaron a donar leche, pampers (pañales), toallitas húmedas y todo eso lo vendían”, además de que en ocasiones las ponían a cocinar los alimentos que después les vendían o les daban alimentos caducos.
‘No les importaba nada’
La centroamericana, quien por temor pidió resguardar su nombre, aseguró que además de trabajar, su hija de siete años de edad se enfermó de “una fuerte intoxicación por la comida caducada y ella no decía nada. Siempre nos hacía comer esa comida, mi hija pasó cuatro días grave y a ellos no les importaba nada”.
Dijo que al llegar al otro albergue, su hija tenía temor de comer, porque pensaba que la comida iba a saber feo, “decía que toda la comida tenía gusanos, cucarachas y gracias a una psicóloga que me le ayudó ella pudo salir de ese trauma”.
“Ahorita (jueves) le enseñamos la noticia donde salía ella (la pastora detenida por la FGE) y dice la niña que se siente feliz que la hayan atrapado, y le pregunto que por qué se alegra y dice que ella se alegra por el motivo que otros niños no van a sufrir lo mismo que ella sufrió”, relató quien pagaba 200 pesos semanales por adulto para poder permanecer en el albergue.
De acuerdo con lo documentado por el colectivo Nómadas sin Rumbo, “posiblemente ellos (los migrantes que no denunciaron) normalizaron el trabajo forzado, normalizaron que se les vendieran las cosas (a la fuerza)”, además de que estaban amenazados.
“Créame que nos costó bastante (superarlo psicológicamente), porque cuando nosotros llegamos al otro albergue, en el otro albergue fue muy distinto el trato, fue bien diferente, bien bonito, hasta en el aspecto de la comida… de la manera que nos recibieron, del trato hacia nuestra persona; nunca nos discriminaron ni nada, siempre nos hicieron sentir bien”, aseguró.
‘Veía a nuestros hijos como estorbos’
Dijo que “con la pastora fue muy diferente, nos humillaban, nos trataba mal, veía a nuestros hijos como estorbos, como niños que si no les enseñábamos no iban a servir, decía ella, y siempre nos decía que teníamos que comernos lo que había, y pues la comida no servía, estaba echada a perder, estaba mala y ella nos decía que nos la teníamos que comer así, que sólo la laváramos bien”, dijo quien aseguró también haber sido obligada a limpiarle la recámara a la pastora y la de su hijo, además de sufrir discriminación por ser migrante.
Tras las denuncias, los albergues Aposento Alto y Esperanza para Todos, dirigidos por una familia, son también investigados por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y la Fiscalía General de la República (FGR).
Con información de: eldiariodechihuahua.com