Empezó antes del jueves la masacre en Guachochi
La balacera que mantuvo con el alma en vilo a miles de habitantes de la cabecera municipal de Guachochi -audibles las detonaciones en gran parte del pueblo- no inició esa madrugada a mediados de semana.
El “topón” entre la gente de “Los Reyes” y “El Palapas” -con cuatro muertos y no sabemos cuántos heridos- tiene su origen en una cruenta disputa, que incluye “soplos” entre ellos mismos, echándose encima a la policía estatal y a las fuerzas armadas federales.
El 29 de septiembre pasado fueron detenidos seis integrantes de la célula de “Los Reyes”, con armamento, droga y cartuchos. Traían varias pistolas, dos cuernos de chivo, un rifle .223, 20 cargadores para distintos calibres, 772 cartuchos para cuerno, tres granadas, varios costales con mariguana, un kilo de goma de opio, equipo de radiocomunicación y dos vehículos con reporte de robo.
Fueron identificados los detenidos como Ramona Leticia G., Reyes C., Carlos C., Raúl Iván A., Yael F. y Jesús Heraclio M. Cuando menos se lo esperaban, cayeron a sus casas elementos de la Agencia Estatal de Investigaciones apoyados por elementos castrenses.
El operativo, presentado como exitoso, terminó en fiasco porque el informe policial homologado describió la detención de los presuntos a bordo de vehículos y no en sus domicilios, por lo que fueron liberados por una juez de control del Poder Judicial de la Federación, pese al cúmulo de pruebas existentes. Ahí está la descripción puntual de armas y drogas.
Increíble pensar en la casualidad de este tipo de “errores” administrativo-policiales, de un informe que debería ser mero trámite, descripción puntual de tiempo, forma y lugar de la detención, pero que se ha convertido en puerta giratoria, y oportunidad para corrupción.
Oficialmente habían sido detenidos “en un lugar conocido como Camino Viejo a Agua Blanca”, en Guachochi, gracias a “una rápida y efectiva movilización”, de “elementos de la Agencia Estatal de Investigación adscritos a la Fiscalía de distrito zona sur, con apoyo del Ejército Mexicano”.
El rumor es que fue la gente de “El Palapas” quien puso a estos detenidos, precisamente en la disputa de territorio, en guerra intestina entre “Los Chapos”, existente desde hace ya tiempo entre los líderes de amplias zonas, Melquiades Díaz Meza “El 13” o “El Chapo Calín” y Servando Meza Osorio “El 21” o “El Servandito”.
Una disputa que se acrecentó con el arresto de Melquiades y su permanencia en el Cereso de Aquiles Serdán, el segundo semestre del 2021 -nada difícil que también haya sido “puesto” por sus contrarios”- vacío aprovechado, según lo que se ha dicho, por “Los Reyes”, como célula de “El Servandito” para ampliar su presencia desde Batopilas hasta Guachochi.
Tratar de encontrar una explicación entonces al sangriento enfrentamiento exige necesariamente hurgar en la pelea por el espacio territorial de la gran franja serrana de Guachochi, unas 700 mil hectáreas, de barrancas y cerros inaccesibles, dentro de las cuales se resguarda un apetitoso bosque, cuya madera es parte de los negocios de los grupos delictivos que jalonean el control de la zona.
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En las tres horas de enfrentamiento, bajo intermitente tableteo de las armas de grueso calibre, que escuchamos con nitidez en los videos circulados en redes sociales, ninguna autoridad se acercó.
Pudieron ser muchos más los muertos o inclusive trasladarse el enfrentamiento a las orillas del pueblo, porque no había nada que lo impidiera.
Son estos hechos, indudable recordatorio de lo frágil que es la seguridad en los municipios pequeños por la falta de policía municipal fuerte.
La debilidad o inexistencia de policías municipales es invitación abierta para que sigan ocurriendo actos o enfrentamientos entre los mismos grupos criminales como el acontecido en Guachochi.
De lo que tenemos conocimiento son 12 los cuerpos policiacos inexistentes, Satevó, Galeana, Ignacio Zaragoza, Gómez Farías, Guerrero, Guadalupe, Praxedis G. Guerrero, Bocoyna, Carichí, Coronado, Urique y Guadalupe y Calvo.
Hay otros 45 municipios igual de pequeños y frágiles ante la delincuencia, con escasos agentes, mal preparados, pobremente armados, sin exámenes de confianza o muy pocos, y con porte de armas gracias a la laxitud en la revisión de requisitos.
En esos lugares la seguridad pública es prestada por policía estatal y elementos de la Guardia Nacional, porque los municipios han cedido por incapacidad o falta de recursos económicos, -y corrupción- a los grupos de la delincuencia organizada, que han sentado sus reales en dichos lugares, ante el vacío de autoridad.
Es Urique el último de los municipios que se agregó a la lista, después de los hechos cruentos en los que fueron asesinados los sacerdotes Jesuitas Javier Campo Morales y Joaquín César Mora Salazar, así como el guía de turistas Pedro Palma, hechos atribuidos al líder de célula criminal, José Noriel Portillo “El Chueco”, quien aún permanece prófugo, a más de cuatro meses del crimen.
Las andanzas de “El Chueco” en Cerocahui, localidad de Urique, eran cotidianas, sus borracheras, sus abusos, su complicidad en el beisbol, éste último detonante de su mal humor que lo llevó a matar a Pedro Palma y posteriormente a los sacerdotes, cuando le daban auxilio espiritual, en el mismo atrio del templo, mientras los cuatro o cinco elementos policiacos destacamentados en dicho lugar brillaban por su ausencia.
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En la radiografía de los grupos participantes son familiares los nombres de los grupos delictivos y los cárteles a los que pertenecen.
Escuchamos que “Los Chapos”, que “Gente Nueva, que “Los Salgueiro”, “Los Reyes”, “El 13”, “El 21”, ahora a “ El Palapas”, pero en esencia son los mismos que vemos en Urique, en Guadalupe y Calvo, en Parral, y que seguimos inclusive en los Ceresos, tanto en Chihuahua como en Juárez.
Y dentro de la vorágine creada en la disputa de territorios, encontramos a “Los Chapos” enfrentados entre ellos mismos, igual que con seguridad acontece al interior de los otros grupos.
Detrás del cruento jueves negro que enlutó Juárez hace unas semanas, vimos como aparecen Los Mexicles pero también precisamente “Los Chapos” como gente del Cártel de Sinaloa.
En este contexto de confrontación sin tregua, como ya se dijo, quien debiera intervenir al menos de manera preventiva son las policías municipales, desarticuladas, muy débiles.
Mientras sigan así de “flojas” esas corporaciones, como primeros respondientes, vamos a seguir teniendo escenas como el ocurrido a mediados de semana en Guachochi, cuando la pacífica madrugada fue interrumpida por sonoros balazos, que en la tranquilidad de la noche se escuchaban muy cerquita de la zona urbana del progresista pueblo.
Seguiremos entonces encontrando en todos esos municipios débiles, como en Urique, a gente como “El Chueco”, o en Guachochi al “Palapas”, balaceras en Guadalupe y Calvo, en las confrontaciones de los grupos.
La coordinación es fundamental en los tres órdenes de gobierno, aún con el círculo vicioso en que se ha convertido la actitud adoptada por la federación que resta fuerza a municipios, quitándoles presupuesto, o no dándoles.
Por si esto no fuera poco, debe agregarse el ingrediente político con el cual se manejó en el pasado reciente ese examen obligatorio de control de confianza, argumento con el cual se le dio trancadazo a la policía municipal de Cuauhtémoc, dejándola sin armas y fincando incluso procesos penales.
Con todo ello, se les otorga a los municipios un pretexto formidable, porque en su defensa alegan el trasfondo político vinculado a la ausencia de recursos, sin dinero no hay armas, ni para pagar controles de confianza para los agentes, menos para darles un sueldo decoroso, dejándolos a merced del dinero proveniente de los mismos grupos del crimen organizado, espiral que es urgente cortar de tajo.
Con información de El Diario de Chihuahua