Vocación de dar paz en el último adiós: Manuel Enrique Solís, embalsamador desde hace 36 años
Manuel Enrique Solís, quien lleva 36 años como embalsamador en Inhumaciones Loya, sabe que su labor es más que un trabajo: es un servicio lleno de sensibilidad y respeto hacia las familias en duelo.
Solís, dedicado a la preparación de cuerpos para su último adiós, destaca la responsabilidad que conlleva su tarea y el compromiso de ofrecer paz a quienes despiden a un ser querido.
“Es un trabajo difícil, no cualquiera lo puede hacer. Pero cuando los deudos pueden ver a su ser querido en buenas condiciones, incluso con una sonrisa, sabemos que hemos cumplido”, comparte.
El embalsamador aseguró que la capacitación constante es esencial para poder realizar su trabajo, desde atender a bebés recién nacidos hasta personas mayores de 90 o 100 años.
“Este trabajo requiere respeto como primordial. Cada persona que preparamos merece dignidad y cuidado, y también nosotros somos personas, con sentimientos”, mencionó.
El entrevistado admitió que el impacto emocional es inevitable, especialmente cuando trabaja con personas que son familiares cercanos o niños pequeños. “Sí, es un sentimiento especial, es algo que también nos toca”, dijo con humildad.
Para Manuel Enrique Solís, ser embalsamador no solo implica destreza técnica, sino una vocación de servicio hacia quienes están de duelo, ofreciendo una última imagen de paz y respeto a sus seres queridos.