Buscan a los presos y a sus desaparecidos; al menos 100 mil murieron en reclusión en Siria
Temerosos y atónitos ante los hombres que vinieron a romper los cerrojos de sus celdas, decenas de presos salieron de la prisión siria de Saydnaya después de años de infierno. “¿Qué pasó?”, preguntaban asombrados los presos. “Eres libre, ¡sal! ¡Se acabó!”, gritaba un hombre que los filmaba con su teléfono móvil. “Bashar se acabó. Lo hemos aplastado”, decía.
La dramática liberación de la prisión de Saydnaya se dio horas después de que los rebeldes tomaron la capital Damasco y obligaron al presidente Bashar al Assad a huir del país hace una semana, tras más de 13 años de guerra civil.
Sin embargo, esta situación abrió un oscuro panorama para las familias de presos y desaparecidos, que buscan ahora en cárceles clandestinas del régimen de Assad, prisiones que ya han sido abiertas, pero en las cuales podría haber celdas ocultas donde los reos mueren ante el abandono de las autoridades.
En otra ala del Saydnaya, se abrieron las celdas femeninas. Frente a una de las puertas hay un niño extraviado que espera. Varias mujeres gritaban: “Tengo miedo”, visiblemente aterrorizadas por lo vivido.
Tras la huida de Al Asssad a Rusia, centenas de sirios acudieron a la prisión en busca de sus seres queridos. Aida Taher, de 65 años, dijo que buscaba a su hermano, detenido en 2012. “Corrí como loca” por llegar a la prisión, relató. En las afueras de la cárcel, las familias muestran fotografías en blanco y negro de hombres jóvenes para ver si alguien los identifica.
El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una oenegé que recopila información sobre la guerra, calculó en 2022 que más de 100 personas han muerto, muchas de ellas bajo tortura, en las cárceles de Al Assad desde el inicio de la guerra civil en 2011. Según la entidad, 30 estuvieron detenidas en Saydnaya, de las cuales solo 6 mil fueron liberadas.
Por ello, ahora que el país se está reorganizando, en los pasillos del principal hospital de Damasco, muchas mujeres lloran desconsoladas. “¿Dónde están nuestros hijos?”, gritaba una de ellas, que como otras miles buscan los cuerpos de sus familiares desaparecidos durante el régimen de Al Assad.
Yasmine Chabib, procedente de Idlib, viajó cuatro horas hasta la capital siria para buscar a su padre y a su hermano, detenidos en 2013. Con pocas esperanzas de encontrarlos con vida, jura no irse sin sus cuerpos. “Abran las mazmorras. Iremos nosotros mismos a buscarlos entre los cadáveres”, clama entre lágrimas.
Las escenas en el hospital son desgarradoras. Un médico pregunta a un grupo si alguien reconoce “el cuerpo número nueve”, mientras se pasan entre sí un teléfono con la foto de un cadáver. Si alguien cree identificar a un ser querido, el cuerpo es trasladado a otra sala para confirmar.
Una madre acaba de salir de la morgue. No encontró a su hijo, pero, al tocar otros cuerpos sus manos quedaron manchadas de sangre. “Todavía estaba fresca”, susurra con la voz quebrada. El forense Yaser al Qasem confirmó que algunos cuerpos Harasta muestran signos de muerte reciente.
Con información de: excelsior.com