El discreto y fructífero paso del hijo del “Chapo” por Medellín
Jesús Alfredo Guzmán Salazar, hijo de Joaquín, El Chapo, Guzmán y quien el mes pasado fue incluido en la lista de los 10 más buscados por la Administración Antidrogas de Estados Unidos (DEA), vivió varios meses en Medellín, la segunda ciudad más importante de Colombia y que se ha convertido en un sitio “seguro” para los altos mandos del Cártel de Sinaloa que tienen problemas en México.
Así lo dice a Proceso un informante de organismos de seguridad colombianos que trabaja, además, con agentes de la DEA y el Buró Federal de Investigaciones (FBI) que tienen su base en este país.
La fuente consultada, quien habló a condición del anonimato, afirma que Guzmán Salazar, El Alfredillo, llegó a Medellín hace dos años, luego de que fuera secuestrado y liberado en agosto de 2016 por un grupo rival del Cártel de Sinaloa en el restaurante La Leche, de Puerto Vallarta.
“Llegó a Envigado (un municipio del área metropolitana de Medellín) protegido por La Oficina (el grupo delincuencial dominante en esta urbe) y aquí se dio una gran vida y no dejó de hacer negocios de droga”, indica la fuente.
Un alto jefe de La Oficina confirmó a Proceso la información y en un celular mostró una foto en la que aparece Guzmán Salazar. “Es él. Es el hijo del Chapo”, dijo señalando al joven de la foto, y aseguró que Guzmán Salazar estuvo en Medellín con el conocimiento y el aval de una facción de La Oficina conocida como La Terraza, que tiene una fuerte presencia en Envigado y se encargó de su seguridad.
La Policía Nacional de Colombia (PNC) y agentes de la DEA y el FBI en Colombia también tuvieron conocimiento de la presencia del hijo del Chapo en Medellín, pero nunca lograron ubicarlo. “Actuaron tarde y siempre estuvieron un paso atrás de él”, considera la fuente consultada.
Un oficial de inteligencia de la PNC, autorizado para hablar del caso a condición de no revelar su nombre, dice que agentes de la institución investigaron el asunto, pero nunca lograron establecer si Guzmán Salazar estaba en Medellín.
“No descartamos que haya estado y que se haya ido antes de que llegáramos a él, pero por la información que recabamos no creemos que haya sido algo así como un jefe de plaza del Cártel de Sinaloa en Medellín o en Colombia. Nosotros seguimos varios indicios, hicimos los procesos investigativos necesarios, pero no pudimos comprobar algo así”, señala.
Las autoridades saben que el hijo del Chapo estuvo en Medellín con otra identidad y que se movía con mucha discreción y resguardado a prudente distancia por sus escoltas entre Envigado y los exclusivos sectores de El Poblado y Las Palmas, donde tenía lujosos departamentos en los que hacía fiestas privadas a las que asistían mujeres jóvenes y atractivas y amigos que hizo en Medellín. También se desplazaba frecuentemente con su séquito a fincas cercanas a la ciudad.
“Le gusta consumir whisky, mariguana y perico (cocaína) con sus amigos y sus amigas. Y de música, le gustan las norteñas mexicanas y el reguetón”, asegura el informante de la PNC. Afirma que donde más tiempo pasaba era en el penthouse de un edificio habitado por personas de altos ingresos en un barrio de Envigado. El inmueble siempre estaba custodiado por escoltas que hacían rondines en autos modestos y sin hacer ostentación de sus armas. Nunca salía sin al menos 15 de ellos, pero sólo él usaba un vehículo blindado: un Toyota Prado gris.
Allí, en Envigado, fue donde el capo colombiano Pablo Escobar fundó hace tres décadas La Oficina, como brazo armado del Cártel de Medellín. Y ahí sigue mandando el ala más tradicionalista de esa organización delictiva y una de las más conectadas con sectores políticos y empresariales.
De Puerto Vallarta a Medellín
De el Alfredillo, se sabe que en mayo pasado cumplió 35 años y es el segundo hijo varón del Chapo. El primero es su hermano Iván Archivaldo, El Chapito.
La madre de ambos es Alejandrina Salazar Hernández, la primera esposa del que fuera el jefe máximo del Cártel de Sinaloa y quien hoy está preso en Estados Unidos y sometido a juicio por varios cargos de narcotráfico en una corte federal de Brooklyn.
El 15 de agosto de 2016 El Alfredillo y El Chapito fueron secuestrados en el restaurante La Leche de Puerto Vallarta por un comando del Cártel de Jalisco Nueva Generación, como parte de la disputa territorial que libran ese grupo delictivo y el de Sinaloa en varias regiones de México.
Cinco días después, y gracias a las gestiones de Ismael, El Mayo, Zambada, los hijos del Chapo –quienes junto con su medio hermano Ovidio Guzmán López encabezan una de las facciones del Cártel de Sinaloa– fueron liberados a cambio del pago de un rescate.
El arribo del Alfredillo a Medellín ocurrió a finales de septiembre de 2016, unas semanas después de su liberación en México.
“Lo primero que hace cuando lo liberan es arrancar (huir) para Colombia”, asegura el informante de las agencias de seguridad colombianas y estadunidenses consultado por este semanario.
La fuente explica que atuvo acceso a esa información muchos meses después de que El Alfredillo llegara a Medellín, cuando decidió echar a andar un negocio de elaboración de cocaína en una zona semirrural de Envigado.
“Primero montó un laboratorio de procesamiento de coca en el que tenía trabajando como 20 gentes. Yo ya tenía contacto con una de ellas y fue la que me comenzó a pasar información del mexicano. Muy pocos sabían que era el hijo del Chapo; muchos le decían El Charro”, relata.
Dice que a través de un trabajo de inteligencia de varios meses por el que esperaba recibir una recompensa, se enteró de que El Charro era en realidad el hijo del Chapo: “Arriesgando mi vida me reuní con una gente que estuvo muy cercana a él y que me contó su historia y lo que estaba haciendo en Medellín. Estaba manejando mucho dinero que invertía con un grupo de empresarios. Ahí hay metidas empresas conocidas que están bajo investigación”, asegura.
Agrega que la facción de La Oficina que lo protegía y que lo contactó con empresarios locales recibía una participación de todos sus negocios en la ciudad, tanto de lavado de dinero como de producción y exportación de cocaína.
“Llegó a tener dos laboratorios de cocaína en los que producía unos 100 kilos semanales. Cada mes sacaba de ahí un camión cargado con 400 kilos que mandaba por tierra a Buenaventura (el principal puerto del Pacífico colombiano), de donde se iban por mar a México”, asegura.
El informante tiene fotografías del camión que utilizaba el hijo del Chapo para transportar la droga a Buenaventura, así como de los vehículos que utilizaban algunos de sus guardaespaldas.
A finales del año pasado, cuando organismos colombianos de seguridad, la DEA y el FBI creían tener indicios para presumir que el hijo del Chapo estaba en Medellín y realizaba actividades ilegales, éste desapareció, lo que echó por tierra la investigación.
Según la fuente consultada, Guzmán Salazar volvió a aparecer en Medellín a mediados de febrero pasado y se estableció de nueva cuenta en Envigado.
Asegura que, incluso, Guzmán Salazar patrocinaba un equipo de futbol de un barrio cercano a donde estaban sus laboratorios.
Al regresar, “algunos sábados iba a ver los partidos de su equipo, acompañado de sus amigos y de mujeres muy lindas”.
Hace cuatro meses se le volvió a perder el rastro. Agentes de inteligencia de la PNC investigan si fue alertado por alguna autoridad a través del grupo de La Oficina que lo protegía o directamente.
Los agentes creen que el hijo del Chapo regresó a México o está escondido en una ciudad del Eje Cafetero colombiano bajo la protección de los aliados del Cártel de Sinaloa en Colombia.
En cualquier caso, la DEA lo incluyó el mes pasado, por primera vez, en su lista de los 10 delincuentes más buscados. Allí aparece junto a los también jefes del Cártel de Sinaloa, Ismael, El Mayo, Zambada y Rafael Caro Quintero, y al líder del Cártel de Jalisco Nueva Generación, Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, quien lo mandó secuestrar en 2016.
Con información de: proceso.com