Advierte Semarnat a no consumir el ‘acitrón’
La Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), lanzó un llamado para evitar el consumo en esta temporada decembrina del dulce conocido como “acitrón” el cual coloca en peligro de extinción a un cacto globoso, mismo que se reproduce en el desierto de Chihuahua.
Extraer la planta conocida como “Echinocactus platyacantus” de su hábitat natural representa una enorme pérdida de servicios ambientales, advirtió la dependencia.
Negarnos a incluir el acitrón en los platillos tradicionales mexicanos como el pavo de Navidad, los chiles en nogada, la capirotada, los dulces cristalizados o la rosca de Reyes, aplaca la amenaza que ha puesto al filo de la extinción a un cacto globoso que presta enormes servicios ambientales: retención de agua de lluvia mediante el gran entramado de sus raíces, freno a la erosión y néctar para las abejas y otros insectos polinizadores.
El delicado, crujiente y translúcido dulce mexicano es también ingrediente de tamales dulces, picadillos, entre muchos otros productos de la gastronomía mexicana que se preparan con “echinocactus platyacantus” y otras biznagas nativas de México que tardan de 14 a 40 años en crecer 40 centímetros por las condiciones de estrés de su hábitat: sequía, aridez y pobreza de suelos.
Conocida como biznaga de dulce, tonel o burra, el acitrón es un cacto globoso sujeto a protección especial, de acuerdo con la NOM-059-SEMARNAT-2010.
Se le ubica en la Reserva de las Biósfera Tehuacán-Teotitlán, entre Puebla y Oaxaca; en el desierto de Chihuahua; en la región de Tolantongo y Meztitlán, en el Valle del Mezquital, Hidalgo, y en el estado de San Luis Potosí y otros sitios, donde las sorprendentes biznagas gigantes alcanzan un metro de altura, lograda a lo largo de 200 años.
Durante siglos, el dulce llamado acitrón se ha elaborado con “echinocactus platyacantus”: cacto verde oscuro de bandas rojizo purpúreo en edad juvenil, lana amarillenta abundante de la que emergen flores diurnas, cinco a 60 costillas gruesas y duras, espinas grandes y fruto seco, amarillento, largo y oblongo. Suelen ser plantas únicas; solamente hiriéndolas pueden generar retoños. Reproducirlos a escala industrial es todavía misión imposible.
Cuando no se da la cosecha, la pobreza induce a los campesinos a la extracción clandestina de la biznaga, y si se extrae desde la raíz se pierden los semilleros para la regeneración de sus poblaciones, explica el biólogo Gabriel Solano.
Luego les quitan las espinas y las venden a traficantes que las colocan en la ruta del acitrón que encontramos en mercados o centros comerciales contra lo que dicta la NOM-059-SEMARNAT-2010.
La Procuraduría Federal de Protección Ambiental, auxiliada por autoridades policiacas, ha incautado importantes cargamentos de esta planta, ya que el tráfico ilegal ha prosperado en los estados de Querétaro, Aguascalientes, San Luis Potosí, Zacatecas, Hidalgo, Baja California, Oaxaca y Sonora.
Reflexionemos sobre si saborear un trozo de acitrón o tener un ejemplar de Echinocactus platyacantus en casa para solazarnos con sus formas y tonos rojos, morados, grises o amarillos vale el impacto ambiental que se causa al extraer para siempre de su hábitat este vegetal endémico de México.